GALERÍA GURRIARÁN

 

APUNTES PARA UNA PINTURA

Ángel Llorente Hernández   

El artista José Joven nos presenta una selección de sus últimos cuadros en los que continúa un trabajo con la materia y el color emprendido hace ya tiempo y reconocido justamente (en enero de 1990 fue unos de los artistas seleccionados para la edición de ARCO). 


Podemos ver estos cuadros como improntas de paisajes por los que trascurrimos; momentos pasados en los que se mezclan recuerdos, emociones, sensaciones, tamizados por la niebla de la memoria. Pero no debemos alejarnos de la finalidad estética de estos cuadros, que es el verdadero asunto de los mismos. 


Hay un orden en el desorden aparente de las fotografías y pinturas. Un orden resultado de la intención del artista de transmitir sus sensaciones al recordar un tiempo pasado que se hace presente en estas pinturas como parte de una nebulosa de reminiscencias. Aunque el artista coloca sus cuadros en una posición precisa conforme a la fotografía subyacente, pensamos que no es necesario pues las sugestiones y evocaciones se mantienen incólumes. Inicialmente mirando estas pinturas sentimos una melancolía que desaparece al detenernos frente a ellas y observarlas sin prisas y en silencio como reclaman ellas y el artista nos advierte.

Las fotografías de árboles, ramas y hojas, son fondos y soportes de las camúltiples y las intervenciones sucesivas del pintor sobre ellas, provocando escoriaciones, costras, excrecencias,... Algunas de las fotografías encoladas y manipuladas y algunos collages recuerdan viejas paredes pintadas desconchadas por el tiempo, restos de carteles callejeros apilados. La mezcla de colores otoñales, las veladuras nos hacen pensar en el suelo nutricio de un bosque frondoso, pero no debemos dejarnos llevar por la búsqueda de un parecido, sería erróneo y nos apartaría de la contemplación que sólo pretende el goce. 


Circunferencias, líneas que se cruzan en ángulos rectos, figuras geométricas sencillas, pinceladas anchas que dibujan rectángulos o cuadrados, ... Reconocemos la existencia de estructuras propias del arte geométrico especialmente del derivado de las pinturas neoplasticistas de Mondrian. Pero también, atendiendo a las raspaduras y capas que cubren las fotografías de los fondos, de la pintura expresionista posterior a la segunda guerra mundial: estadounidense, tan conocidos como Willem de Kooning, Jackson Pollock o Mark Rothko y europea, como el alemán Anselm Kiefer, el francés Jean Dubuffet o el franco alemán Hans Hartung, junto -por supuesto- de la pintura española del pasado siglo, sobre todo de la informalista de los años cincuenta y sesenta, especialmente por sus valores matéricos. Se muestra así este pintor heredero de la pintura experimental abstracta, si bien en su caso su trabajo deja de ser una búsqueda de alternativas expresivas y técnicas, para manifestarse como obras acabadas en las que el control de la unión técnicas (ceras, aceite, acrílico, …) y sus resultados está siempre presente en las manos y la cabeza del artista. 

                                                                                                                            
Las superposiciones de gestos (es decir las pinceladas diferentes y el resultado epidérmico de otras acciones como raspar) en los cuadros de formatos pequeños enriquecen la superficie y provocan en quienes los contemplamos la sensación de encontrarnos frente a un espacio que se abre en todas las direcciones. En los grandes formatos esa sensación se acrecienta y adquiere el protagonismo que le corresponde al reforzarse los matices y texturas. 


Reunidas estas pinturas en un mismo espacio –como sucede en esta exposición-, contempladas primero simultáneamente y después permitiendo que nuestra mirada pase libremente de unas a otras para retornar a la primera visión, nos encontraremos inmersos en formas, colores y texturas inusuales que nos harán sentir la experiencia de disfrutar del arte y compartir, de algún modo, el enigma de la creación con su autor.    

Á. Llorente. (Madrid, diciembre de 2021)